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PHILOSOPHY


History of Ancient Philosophy.

As a matter of fact, the first philosophers were Greek.

 I wrote the following essay -as a text analysis- when I studied Philosophy at Universidad de Salamanca during my "gap years". Firstly, I include the text of Cappelletti as provided by the lecturer. Next, you can find my writing sample in Spanish.



Comentario de texto I


Cappelletti, Á., Mitología y filosofía: los presocráticos, Madrid, Cincel, 1986, pp. 98 y 131


El carácter dinámico de la realidad y la omnipresencia del devenir forman parte de la concepción del mundo de los primeros filósofos jónicos. Heráclito no hace más que explicitar y desarrollar las ideas de sus predecesores en este punto. Constituye, sin embargo, un grave equívoco, en el cual han incurrido no pocos intérpretes (como Spengler, Bergson y otros) la consideración de la filosofía de Heráclito como una filosofía del puro devenir, por contraposición a la de Parménides, que sería una filosofía del puro ser. Heráclito, como Parménides, es un filósofo del ser. La oposición que entre ambos filósofos se da no es la que suelen establecer, con fácil simplificación, los manuales: es la que se da entre quien piensa al ser como una unidad dinámica (que exige la pluralidad) y quien lo piensa como una unidad estática (que excluye, junto con el movimiento, toda multiplicidad). (…)

La oposición entre sensación y razón nunca había sido tan radicalmente planteada (y nunca volverá a serlo, ni siquiera en Platón). La sensación es incapaz de relevarnos el Ser y la Verdad. A diferencia de Heráclito, cuyo monismo dinámico, aun considerando a los sentidos como «malos testigos» para quienes no utilizan el logos (la razón) (22 B 107), sabe ponerlos al servicio del mismo logos e integrarlos en la sabiduría del filósofo que conoce «muchas cosas» (22 B 35), Parménides establece entre razón y sensación un abismo tan profundo como el que establece entre lo que es (la Verdad), que trata en la primera parte del Poema, y lo que aparece (la opinión), que desarrolla en la segunda.



Comentario I. Historia de la Filosofía Antigua.

Curso académico 2021-2022.

Grado en Filosofía. Universidad de Salamanca.

Sergio Walias Sánchez.


El texto objeto de comentario pertenece a la obra Mitología y filosofía: los presocráticos, de Ángel J. Cappelletti, publicado en Madrid, por la editorial Ediciones Pedagógicas, en 1986. Cappelletti es una voz relativamente autorizada en lo que respecta al estudio de la filosofía antigua, pues cuenta con diversas publicaciones reconocidas, si bien la obra que contiene los fragmentos a comentar es la más notable.

Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea son pensadores griegos presocráticos, es decir, anteriores a Sócrates en cuanto a la naturaleza de su pensamiento, además de ser anteriores cronológicamente. En el caso de Heráclito, continúa con la tradición monista de la filosofía jónica en lo que se refiere a la explicación última de la realidad – el monismo heraclíteo reside en el fuego como elemento generador de los distintos estados y formas (aunque distinción de forma no existe como tal en su filosofía) presentes en la realidad del hombre. Parménides es del todo innovador en cuanto al planteamiento ontológico.

Comúnmente se estudia Heráclito y Parménides como dos filósofos, o dos pensadores, si se prefiere, contrapuestos en su forma de entender la realidad. En el presente comentario se tratará de esclarecer en qué aspectos se les puede considerar contrapuestos y en qué medida abordan la explicación de la naturaleza de una manera intrínsecamente similar.

En primer lugar, en el texto se expresa la idea de que tanto el filósofo de Éfeso como el de Elea son filósofos del ser. Se critica la idea de oponer la filosofía heraclítea, entendida como filosofía del puro devenir, con la filosofía parmenídea, entendida como la filosofía del puro ser.

De alguna manera, ambos son los primeros metafísicos y, más concretamente los primeros que trazan una ontología, de manera más tácita en Heráclito o de forma expresa en Parménides. La pregunta pertinente podría ser por qué el filósofo de Éfeso es ontólogo, tal y como defiende el texto. Pues bien, Heráclito habla del ser en general y de sus propiedades trascendentales en tanto que habla de elementos de la realidad cambiantes (todo fluye, del griego πάντα ρεῖ) pero que son unitarios en sí mismos.

La oposición de ambos argumentos sobre lo real se refuta atendiendo al significado ontológico del devenir en el filósofo de Éfeso. Para Heráclito, el devenir es un proceso en el que todas las cosas se encuentran en contante cambio. La constante de todo es el cambio, y lo único que permanece es el devenir, eso es cierto. Pero para el filósofo de Éfeso, aunque sea una idea implícita, el ser y el no ser son uno y lo mismo, se da en la realidad la continua identidad de los contrarios; mientras que en Parménides encontramos que el no ser es inconcebible, es decir, sólo puede existir el ser.

Asimismo, afirma Cappelletti en el texto objeto de comentario, lo que se debe oponer es la concepción del ser heraclítea como unidad dinámica – que implica el movimiento y la oposición de contrarios y, por tanto, la dialéctica de Heráclito – y la concepción del ser parmenídea como unidad estática – que implica la negación de toda posibilidad de movimiento, y de toda multiplicidad.

Para entender este dinamismo monista del ser en Heráclito, debemos tener en cuenta, como apunta Cappelletti en la misma obra, que “los hombres que se atienen a la pura experiencia sensorial y al sentido común, al ignorar que el Ser único se manifiesta en la pluralidad de los seres y está todo entero (…) en cada uno de ellos, “no entienden cómo lo discordante consigo mismo concuerda: armonía hacia atrás se tiende, como la del arco y la lira”[1][2].

En cuanto al devenir heraclíteo podríamos decir, en palabras de A. Testa, que representa el tránsito “de una forma a otra, producido por lo universal subyacente”[3]. Según Cappelletti, en el pensamiento de Heráclito,

“en cada uno de los seres se manifiesta la totalidad del Ser, pero no la totalidad de los modos del Ser. Precisamente por eso el Ser (que es fuego siempreviviente) se mueve de continuo para producir o manifestar la totalidad de esos modos, al mismo tiempo que reafirma sin cesar su propia unidad en la pluralidad”[4].

Como afirma el propio Cappelletti en la obra objeto de comentario, “el fuego heraclíteo es (…) principio de cambio y del devenir, pero al mismo tiempo es sustancia que permanece por debajo de todo cambio y de todo devenir”[5]. Por tanto, podemos ver en el fuego una cierta permanencia.

Podemos entender, en la misma obra, que el fuego representa el principio básico de la naturaleza en Heráclito. Pero no un principio estático como en el caso del ser de Parménides, sino dinámico: “Al referirse al fuego como principio único del Todo, el efesio está subrayando el carácter esencialmente dinámico y creativo de dicho principio y quiere expresar la idea de que la unidad (physis) no sólo no excluye la pluralidad (kósmos), sino que, por su naturaleza, la exige. El fuego representa la necesidad ontológica que lo uno originario tiene de multiplicarse”[6].

De alguna manera que, siguiendo con la ontología, podríamos decir, con Aristóteles, que el ser se dice de muchas maneras, o tomado literalmente: “la expresión <<algo que es>> se dice en muchos sentidos, pero en relación con una sola cosa y una sola naturaleza y no por mera homonimia”[7].

Por otro lado, se insiste en la “oposición entre sensación y razón” que se ve nítidamente en Parménides. Parménides no deja lugar alguno en su filosofía para la información de los sentidos, a diferencia de Heráclito.

En cierto sentido, para Parménides, la única vía posible para conocer la verdad es la vía del ser, que, por fuerza y a pesar de la tautología, es. Y el no-ser no es. Esta vía del ser sigue en su argumentación una forma lógica de la razonamiento, de tal manera que en Parménides se encuentran explícitos tres principios básicos de la lógica, a saber: el principio de identidad, el de tercero excluido, y el de no contradicción.

Sin embargo, el pensamiento de Heráclito está abierto a la sensación, puesto que pretende explicar el cambio o el movimiento de todas las cosas de la realidad a través de la oposición de contrarios que es constatable por nuestra experiencia sensorial, aunque los sentidos sean <<malos testigos>>, como se apunta en el texto.

Asimismo, Heráclito, para conciliar su convicción de que las cosas que percibimos a través de los sentidos están en continuo cambio, a pesar de que el logos, o ley cósmica que lo rige, es invariable, introduce la idea de que es el fuego, y no otra cosa, el principio primordial que subyace al devenir.

La oposición heraclítea de los contrarios ha tenido honda repercusión en la filosofía posterior, tanto que se le ha sido considerado el fundador de la dialéctica en un sentido lato.

Hegel, Nietzsche, Heidegger, incluso Deleuze en nuestros días afirman ser, hasta cierto punto, heraclíteos. Hasta Gadamer ha dedicado textos a Heráclito, de tal manera que lo que llamamos la ontología hermenéutica y el posestructuralismo se saben y reconocen a sí mismos como pensamiento heraclíteo.

Pero, desde luego, en la tradición cristiana también encontramos un eco de la doctrina heraclítea (“En el principio era el logos”, del griego λóγος, en el evangelio de San Juan).

Uno se termina preguntando qué es lo que hay en Heráclito para que las distintas épocas de la filosofía de Occidente se puedan considerar heraclíteas y al mismo tiempo estar en discusión entre ellas mismas.

En lo que respecta a Parménides, es uno de los pensadores más representativos y trascendentes de la Antigüedad. Su pensamiento supone un punto de inflexión en la historia de la filosofía griega, puesto que tiene un carácter fundador. Sin Parménides, no existiría la filosofía tal y como la conocemos, pues se debe al filósofo de Elea la sistematización fundacional de la ontología, rama esencial de la metafísica y, por tanto, de la filosofía.

No existiría el pensamiento de Platón tal y como lo conocemos sin la referencia crítica y la aportación de Parménides. Tampoco Aristóteles, ni la crítica de Aristóteles a Platón y al pitagorismo que retoma a Parménides. De alguna manera, podría entenderse que la comprensión cabal de la diferencia entre Platón y Aristóteles es su divergente interpretación de Parménides.

Remontándonos a épocas mas cercanas a nuestros días, no existirían Hegel ni Heidegger, que han reconocido explícitamente la recepción del Poema sobre el ser de Parménides.

A modo de conclusión, podría decirse que Cappelletti resume en este texto las convergencias y divergencias en el pensamiento de Heráclito y Parménides. Por un lado, reconoce a los dos como ontólogos, trazando un puente entre ambas formas de pensamiento. Por otro lado, reconoce la distinción en términos de teoría del conocimiento que se haya en ambos autores presocráticos: a saber, que Parménides rechaza de pleno la sensación cuando se trata llegar a conocer lo que es (la Verdad), a diferencia de Heráclito, que da cierta cabida a la realidad cambiante que obtenemos de los sentidos, para conciliar la pluralidad cambiante con la necesaria unidad del ser.

En cierto sentido, el estudio de este texto de Cappelletti resulta esclarecedora para el lector contemporáneo en la medida en que traza tanto las similitudes y diferencias entre el filósofo de Éfeso y el filósofo de Elea, y no sólo fija la atención en las disimilitudes.
[1] DK 22 B 51.

[2] Cappelletti, Á. J., Mitología y filosofía: los presocráticos, Madrid, Ediciones Pedagógicas, 1986, p. 99-100.

[3] Testa, A., I Presocratici, Roma, 1938, cap. 5.

[4] Cappelletti, Á. J., Mitología y filosofía: los presocráticos, op. cit., p. 101.

[5] Ibid., p. 95

[6] Ibid.

[7] Aristóteles, Metafísica, IV, 2, 1003a (Madrid, Gredos, 1944, p. 162).

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